viernes, 19 de agosto de 2011

Un granizado de limón.

Treinta y séis grados de temperatura. Un mes después.




 Ella vive su verano normal, como quien no se hubiera movido de su pequeño pueblo nunca. Sus amigos son los de siempre, la gente es la habitual; la que se sienta en la misma pequeña parcela de césped cada tarde. La piscina está abarrotada de gente que desea refrescarse y jugar con el agua. Ella está dentro. Sus amigas siguen pensando que el agua está demasiado fría como para meterse, y además tienen miedo a que algún chico se quiera hacer el gracioso y las tire. La chica las mira agarrada en el bordillo y les sonríe. Sólo quiere disfrutar de un chapuzón, por muy congelada que dijeran que ese día estaba aquella gran piscina.


Todo era normal, como cada día de verano. Pero se acercaba el mes de septiembre, y en ella todavía vivían con fuerza recuerdos de un potente mes de julio. Aquel no fue un momento de pensar en aquello, pero al ver pasar delante suyo a un niño sonriendo con un granizado de limón en la mano, su cara cambió de repente. Un centro comercial, Barcelona, un día 12, sol, una mañana, un chico, un bar... y un granizado exactamente igual. Era él. De nuevo su mente volvía a recordar sensaciones y sentimientos de su día favorito del año. Aquel en el que se sintió la chica más dichosa del mundo por estar junto del chico del que está enamorada.






Un recuerdo más, un día menos para verte. Si le preguntaras al calendario la de veces que le pregunto por volver a verte....












¡te quiero! 



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