domingo, 28 de junio de 2020

Domingo


Me enamoré de un gato independiente, que jamás me hizo sentir sola, pero nunca estaba conmigo. Un ser mágico cuyo propósito en este mundo era dejarlo un poquito mejor, pero sobretodo, proteger a los suyos.

Me enamoré de una mente maravillosa; profesional, perfeccionista, cuidadosa y estratega. Hiciera lo que hiciese me atrapaba entre sus zarzas. Creo que algún día compartí espacio con todas aquellas ideas de lobo solitario, pues eso me hacía sentir, pero no recuerdo haberlo oído. 

Me enamoré por primera vez de manera antagonista a como sucede en las películas. Me enganchó el guión de una película de acción en la que yo también tuve papel de protagonista. La adrenalina y la sensación de peligro vivían conmigo como si fuera yo quien las estuviera experimentando, pero eras tú. 

Me enamoré sin querer que se notara, fingiendo una coraza que jamás he tenido, y dejándome ver como una persona que no tiene miedo al futuro, y que sólo vive en su proyecto de endulzar el 'ahora'.

Me enamoré sin decírtelo porque vivo con el miedo a que tú no quieras. Miedo a que no te guste lo sensible que soy, lo fácil que me rompo por dentro. Miedo a que no quieras que sea la sirena que acompañe tu barco a cada puerto, a que no me llames hogar. Y es que por ti descubrí que todo lo que se haga por amor es poco. Que encontrar a quién te quiera y te entienda cada dia es más difícil; que la admiración es una parte indispensable en una relación. Que me fascina tu forma de vivir, que amo escucharte, que cuando tú estás me siento en casa. Que eres mi paz.

Los domingos lloro por dentro, pero los lunes preparo mi agenda para llegar al día en que te vuelva a encontrar. Diseñando el abrazo y el beso en el que te quieras quedar a descansar. Pensando en la forma, una vez más, de decirte en alto que SIEMPRE te voy a amar.