jueves, 11 de agosto de 2011

Fuego.

Me arden las mejillas, y mis ojos brillan más de lo habitual. Mis labios dibujan ellos solos una extraña sonrisa de autoconvencimiento, pero también son conscientes de que están en una postura forzada. Noto un nudo en la garganta que no me deja hablar y toda mi cara está tensa. No recordaba esta sensación. Era como cuando sientes ganas de llorar, pero intentas reprimirlas, pero esta vez sientes...¿rabia? Quizás pueda llamarlo así.




Antes sabía que debía ser justa y que, si miraba objetivamente, las cosas estaban claras: la que sobraba era yo. Los juegos de tres nunca han existido. La vida está hecha para dos, y yo creí ingenuamente poder controlar las emociones, los sentimientos y mantenerme al margen. ¿Cómo lo supiste antes que yo? Sabías que llegaría a este punto, en enero, febrero... ¡estamos en agosto! Ahora no me puedo negar... creo que he estado evitándolo durante mucho tiempo, y tras un año y tres intensas semanas... me has enamorado.




Celos. Puede que los sienta, sí. ¿Pero acaso no es normal sentirlos cuando ves que la persona a la que quieres comparte su vida con alguien y está lejos de ti? Aunque he de decir algo. Tú haces que me sienta a tu lado, no existe distancia, y nunca me has dejado de tratar como si fuera tu chica, la única chica. Debo darte las gracias; porque mientras tú me mimas y compaginas dos vidas yo sólo hago exigir, así que perdóname. Los celos son traicioneros. 




Ya no lo quiero gris. Y menos aún negro. Quiero el blanco. Para mí. De mi para tú, pero solo para tú.




Te quiero.









No hay comentarios:

Publicar un comentario