viernes, 12 de agosto de 2011

¿Te mareas? Junto a ti es imposible.

Montañas rusas con subidas y bajadas. Curvas muy cerradas a demasiada velocidad. Piensas que descarrila, que sales de la vía y que no hay vuelta atrás. Por eso cierras bruscamente los ojos, casi como un acto reflejo. Te aferras a la barra metálica que tienes ante ti y juras no soltarla hasta que se calme. Sigues subiendo, girando, bajando, y tu cabeza da vueltas, mientras oyes gritos de alegría, de "que se acabe esto ya" o simplemente chillidos que desatan adrenalina. Miras a tu lado, y pese a todo lo que en unos minutos se te ha pasado por la cabeza y lo que deseas que acabe esa maldita pesadilla, ella estaba tranquila disfrutando del fuerte viento que le azota la cara y le mueve su rizado cabello. La miras y piensas: ¿cómo puede estar tan relajada? Y lo está. Agita los brazos al aire y suelta algún grito de alegría. Allí arriba es feliz, y parece que sea ella la que domina la situación, la atracción, el aire, las nubes... La vuelvo a mirar. ¡Me dan ganas de reír! Me siento tonta al haber pasado miedo en la misma situación en la que ella se siente cual pájaro en su más alto vuelo. Y así, al verla disfrutar, se me ha pasado toda aquella sensación de mareo y la pequeña aventura ha terminado. Igual es que no tenía que haber dramatizado tanto y haber tomado ejemplo suyo; relajación y ganas de pasarlo bien. Gracias Judith.








Esto no es más que una forma de explicar mis momentos difíciles, que a tu lado han desaparecido. Sabes bien que podría escribir cada página que existe en Internet hablando simplemente de ti, contando cada minuto (buenos y malos, que los ha habido) que hemos compartido durante siete largos años. Solo puedo darte las gracias, porque hemos aprendido juntas muchas cosas. Las vivencias son nuestras. Cada secreto ha hecho crecer nuestra confianza, y hoy, así en en familia, te digo que, ¡TE QUIERO, HERMANA! :)























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