viernes, 1 de febrero de 2019

Lo que ocultan las miradas


A veces sólo puedo hablarte desde aquí. Y es que cuando estamos juntos sólo sonrío e intento almacenar cada rato que tenemos muy dentro de mí.
Ya no hay personas como tú, y eso es algo que supe desde el día en que compartimos doce horas en la orilla de aquella playa, con la firme certeza de que tendríamos mil historias que contarnos.

Hay veces que me gustaría contarte mis días malos o lo que me atormenta. Pero, ¿cómo voy a hacerlo si tienes el don de activar solo mi polo positivo? Ese que está imantado a ti, mi verdadera batería.

Quiero darte las gracias por querer conocerme, saber quién soy yo de verdad. Por no dejarte llevar por lo que piensen, por seguir queriendo escribir hojas de aventuras. Tengo que confesar que en el pasado me hicieron mucho daño, y que soy prudente, pero estoy curada.  Ahora ya no tengo miedo, donde quiera que vaya hoy siempre te tengo presente.
Has sabido demostrarme con gestos y con miradas lo que nadie supo en veintitrés años.
Y qué valor tiene encontrar personas y no gente. Eso es hoy un regalo de la vida.

Todas las camas me hablan de ti, de la paz que se siente cuando duermo a tu lado.  El resto de noches se me hacen duras, sola, perdida y a oscuras. Pero la suerte te trae siempre de vuelta, y debo agradecérselo, porque tú sí que eres lotería.

Abrázame y mírame. Una y otra vez.

Posa esos ojos en mí.

Ahora sí puedo decir que soy feliz.


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