domingo, 16 de abril de 2017

Estás condenado a repetirlo


No entiendo vuestro odio. La facilidad con la que os autodestruís.
Qué ingenuo es el hombre, qué frialdad y poca empatía.
Nos empeñamos en aparentar, y descuidamos el demostrar. Qué más dará qué piensen de nosotros, si lo que demostramos nos juzga sin hablar.

Cuánta mentira, hipocresía, maldad. Somos todo miseria.
No merecemos lo que tenemos, las maravillas que nos brinda la vida.
Maldigo vuestras acciones, vuestras sinrazones que valen para justificarlo todo.

Arrogancia, sobriedad. No somos nada.
No somos nada más que la nada. Pura y absoluta.
Vacíos por dentro intentamos rodearnos de millones de cosas insignificantes, para saciar y ocupar espacios en blanco. Huecos que ni todas las riquezas del mundo serían capaces de suplir.

El individuo singular, avergonzado de la especie a la que le tocó pertenecer.
Formar parte de un colectivo de desalmados, descerebrados, incompetentes. Qué maldita desgracia haber nacido humano, 'yo quisiera ser civilizado como los animales'.

Nuestra capacidad de demoler otras personas. Devastar todo por donde pasamos.

No pensamos, no somos conscientes. Rompemos corazones, extinguimos sueños ajenos.
Y cada día nos vamos a la cama lamentándonos de lo injusto que es el mundo con nosotros, que qué hacemos mal, si nosotros todo lo que hacemos es bondad. Falacias, nada más que falacias.

Asco, envidia, poder. Todas las bendiciones del vecino son puñales para uno mismo.
Exigimos resultados, demandamos éxito, pero no somos merecedores de ello.

Qué difícil es vivir en este puto mundo sin que te ahoguen, sin que te humillen. Qué difícil es dejar vivir. Qué fácil relegarnos a la más completa y desolada desidia.

No os reconozco. Ojos desgarradores que ahora me aniquilan. ¿Qué os he hecho, qué queréis de mí?









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