sábado, 20 de septiembre de 2014

Just who, not where



Me encantan esos lugares que inspiran por sí mismos. Aquellos que me libran del letargo literario, de mi pasión dormida. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero nunca nos han explicado el por qué: no niego la veracidad de lo hasta ahora contado siempre, pero nunca nos argumentaron por qué simplemente vale más.
Cuando nos muestran una imagen la detectamos con nuestras tres herramientas indispensables: la vista, el cerebro y el corazón. La primera, porque es imprescindible al tratarse de una imagen (véase también la descripción de un lugar para jugar con el sentido de la imaginación, aunque ese es otro caso); el segundo, instintivamente utilizado para tratar de reconocer el lugar, y en caso negativo ver de qué se compone; y el tercero, ese que solo hablamos de él cuando decimos "me ha llegado", me gusta.

ME GUSTA porque sí, porque hay algo en él que crea en mí la necesidad de ir, de compartirlo con ALGUIEN. ¿Por qué en milésimas de segundo sabemos si nos agrada, por qué y con quién disfrutaríamos del lugar? Para esta cuestión no encuentro respuesta alguna. El ser humano es así. Y ya está.



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