lunes, 9 de febrero de 2015



 No sé si debería darle las gracias al que dijo que la amargura daba inspiración para escribir, o qué menos que invitarle a un café. Tenía razón, that's the point.

Debería ser una desgraciada toda mi vida para dedicarme a la escritura, o quizás debería abandonar de una vez por todas para ser feliz. Pero ¿cómo puedo serlo cuando ahuyento todo lo bueno que se me acerca? No encuentro solución a tantos interrogantes. Las palabras vienen y se van, y de nuevo en blanco...

Me siento perdida,varada en las pesadillas de hace un año, sola, otra vez sola. Dicen que las desgracias nunca vienen solas, y también es cierto. También dicen que tus males comparados con otros no son nada, que nos hundimos en un mísero vaso de agua, y también tienen razón. Claro que hay guerras, muerte, hambre y enfermedades en el mundo, claro que soy una privilegiada. Pero yo, como grano de arena en este mundo siento que mis problemas son rascacielos gigantes que se derrumban sobre mí en cuestión de segundos. Y eso duele, y pesa. Aunque para el resto de la humanidad sólo sea una construcción más. No sé si llorar, si cambiar tanto por dentro y por fuera que ni siquiera me reconozcan, si huir lo más lejos que me permitan mis piernas, o si robar fuerzas algún ser sobrehumano que me ayude a salir del agujero.


Voy a creer, porque we have no chance. Creo en la resurrección de las cenizas, como el ave fénix. Amén.